lunes, 25 de octubre de 2010

Hablar, hablar, hablar.


Algo se traen entre sí Lía y el lenguaje, algo sin duda le pasa a la hijita con las palabras, las hace suyas, las ensaya, las deshace, las cambia y juega con ellas. Inventa canciones incomprensibles, con palabras todas ellas inventadas pero con intención y sentimiento. Pregunta el nombre de cada cosa que no conoce y se lo aprende con facilidad pasmosa. Incluso, cuando no existen las palabras para nombrar lo que ella quiere, las inventa. Así, hoy en la familia un "sudu" es la marquita que dejan en la piel los calcetines o cualquier otra prenda de ropa que apriete un poco y un "Tinu" es una mancha de talco o de polvo que hay que sacudir. Ha puesto nombres a sus changos de juguete "Lin", "Pototó", "Lololo" y "Papaqueque" e incluso a su prima o primo que viene en camino le puso "Palujatos". Le encantan las rimas, las canciones y juega con muchísima frecuencia a cambiar el final de las palabras y a burlarse de los diferentes sonidos. Es curioso que hace una semana estuve de visita en su escuela y su maestra me comentó que Lía no habla; trabaja bien, y coopera con las tareas escolares pero no habla. Primero me sorprendí mucho y me entraron ganas ansiosas de contarle a su maestra todo lo que habla en casa, cómo no hay forma de pararle y su gusto por jugar con las palabras y después, casi de inmediato me entró una sensación de perfecta comprensión y un poco de tristeza, al tiempo que me recordaba en mi propio salón de clases a los 3 o 4 años, sentada y trabajando, calladita, tímida y sin muchas ganas de interactuar la gente alrededor. ¿Será?, ¿un contagio genético?, ¿es el mismo su silencio que el mio antiguo? No lo sé, pero sí sé que es una fortuna escuchar su vocecita clara y agudita sin descanso en casa. Cuando está su papá, yo o cualquier otra persona de la familia, sólo el sueño la hace callar.

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